martes, 23 de noviembre de 2010
El deterioro del fútbol
“El capitalismo se ha comido hasta al fútbol”, decía Osvaldo Bayer en una entrevista. El escritor argentino admitía también que dejó de ver fútbol desde el momento en que el dinero metió sus narices. ¿Es el fútbol, una víctima de este sistema tan despiadado?
En los últimos años, noticias de pases millonarios, jeques comprando clubes o empresarios que quieren hacer negocios propios con instituciones ajenas abundan en el mundo futbolístico. El nivel, no sólo nacional sino mundial, ha bajado ampliamente. Nadie se cuestiona por qué, y muy pocos son los que se dan cuenta del deterioro del deporte más famoso del planeta. Los últimos dos Mundiales lo demuestran. Italia campeón en el 2006 con un fútbol mezquino y España en el 2010 no pudo ser lo que había sido en la Eurocopa, aunque esto le alcanzó para consagrarse. Si hablamos de nivel futbolístico, no había ningún otro equipo que merecía la Copa del Mundo en Sudáfrica.
El libro de George Orwell, 1984, narra la historia de un mundo ciego, que no ve la realidad, en el cual un sistema maldito maneja la vida de las personas. Una excelente parodia de nuestra realidad. El futbol pasó a ser un negocio hace varios años. Llena los bolsillos de los empresarios, jugadores, técnicos y directivos. La pasión todavía continúa y es algo que no se va a acabar. Pero cada vez se juega peor.
No interesa cómo se juega, no importa si el espectador pasa un buen rato. Lo importante es que a fin de mes, todos tengan sus bolsillos llenos para comprarse el último auto o una imponente casa. Las víctimas de todo esto: los hinchas y el fútbol.
El dinero tomó un papel tan protagónico, no sólo en el ámbito deportivo, que ya no nos importan otras cosas. Cada vez se habla menos de fútbol y el sistema moldea a personas que contribuyan a su pensamiento. Noticias sobre cuánto se pagaría por Messi, Cristiano Ronaldo o Di María superan ampliamente a informes acerca de cómo se trabaja en las inferiores de los equipos o de los manejos de las dirigencias institucionales.
No matemos al futbol. No seamos cómplices de los que no les importa el deporte más lindo del mundo. No empecemos a naturalizar cosas que no lo son. Rechacemos los negociados que se hacen con el balónpie. El sistema ve al fútbol como un negocio, no como una pasión. No permitamos que los verdaderos hinchas dejen de disfrutarlo por culpa de unos pocos. No dejemos que el libro de George Orwell deje de ser una parodia para convertirse en una realidad.
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