domingo, 5 de diciembre de 2010

El famoso cordobés


Jugadores inolvidables hay muchos pero pocos a la vez. Esos que dejan sus gambetas o sus pegadas grabadas en la memoria de la gente. Esos que hacen del fútbol un arte. Esos que atraen a los ojos, llenan la boca y paralizan los corazones. Sin duda, Daniel Willington fue uno de ellos. El santafesino fue uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol nacional.  

            El público de Talleres de Córdoba fue el que lo vio nacer. Desde joven, con su estampa y su figura, pintaba para crack. Criado en la provincia cordobesa, forjó un lazo con dicho lugar que no se iba a romper jamás. Debido a esto, Daniel se transformó en “el cordobés”.

            Su época mas gloriosa la tuvo en Vélez Sarsfield, equipo con el cual se consagró campeón del Nacional 68. Junto a José Amalfitani, Don Victorio Spinetto, Carlos Bianchi y José Luis Félix Chilavert, conforma la lista de mayores ídolos de la institución. Los envejecidos hinchas del club extrañan enormemente esos momentos en los cuales Willington tomaba la pelota e inventaba genialidades. “Y ya lo ven, y ya lo ven, es el famoso cordobés”, vociferaba la tribuna local del estadio del Fortín cada vez que Daniel aparecía en el campo de juego.

            "Era un futbolista diferente, porque quebraba la cintura con la soltura de los petisos y escondía la pelota con su físico prodigioso. Y era guapo. La carta que hacía de Vélez un equipo imbatible en El Fortín. Aunque es probable que la pegada haya sido la más llamativa de sus virtudes, porque en la década del sesenta, cuando se jugaba con una pelota anaranjada mucho más pesada que la actual, reunía fuerza y precisión en una combinación letal al rematar. Una pegada de billar, cuando usaba su inteligencia y panorama para meter cambios de frente, al pie del lateral, o un pelotazo de 50 metros para dejárselas servida a sus goleadores preferidos: ‘Pichino’ Carone o el ‘Turco’ Wehbe", escribió una vez el prestigioso periodista que firmaba como Juvenal.

            Catalogado como “el mejor jugador del mundo” por Pelé, tuvo la oportunidad de enfrentarse con el crack brasileño en un amistoso entre Vélez y el Santos, en el José Amalfitani. El 6 de diciembre de 1968, el Fortín inauguraba la mejor iluminación de América en campos deportivos. El encuentro terminó 2 a 2 y el local jugó con la remera del Fluminense. El duelo del partido era Willington-Pelé, y el cordobés demostró que no tenía nada que envidiarle a O Rei. 

            Vinculado, en algún momento, con una relación amorosa con Mirtha Legrand, Daniel fue el cerebro del Vélez Campeón del Nacional 68, el primer título para la institución de Liniers en su historia. 
            En la selección no tuvo mucha relevancia. Disputó pocos partidos intrascendentes, pero dejó una anécdota que Valdano narra a la perfección:

            Dice que lo llamaron a Willington para que juegue en la selección. Viajó a Buenos Aires y llegó hasta el predio donde lo habían convocado. Cuando entró a la cancha, junto a otras dos personas, el director técnico gritó desde el centro de la cancha: ¡váyanse! ¡No pueden estar acá!. Daniel, sin decir nada, se dio media vuelta para salir del lugar. Entonces, el preparador físico le explicó al técnico, que la persona que acababa de echar era Willington, el jugador ese que la estaba rompiendo en Córdoba. Rápidamente, el D.T. intentó llamarlo sin el prepoteo del primer intercambio. Con ese andar tan particular,”El Maestro” se detuvo, giró sobre sus pasos y lo mandó a la puta que lo parió.

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